viernes, 23 de octubre de 2009
Números, piezas, hombres; individuos masas sociedades.
El liberalismo asume al sujeto como individualidad que se cuenta.
El totalitarismo lo transforma en pieza de la máquina colectiva.
El tradicionalismo lo toma en el peso social que efectivamente tiene.
El liberalismo habla de libertad abstracta.
El totalitarismo niega la libertad por postular la igualdad.
El tradicionalismo considera libertades concretas, únicas que salvaguardan la dignidad ontológica igual a todo
hombre, fomentando la desigualdad ética con el estímulo al ascenso por el servicio y la virtud.
Para el liberalismo el hombre es un número que vota.
Para el totalitarismo el hombre es una pieza de colección.
Para el tradicionalismo el hombre es un ser concreto: un padre de familia, un vecino de un municipio, un catedrático,
un empresario, un obrero, un agricultor, un arquitecto o un comerciante.
El liberalismo hace del hombre un número del censo.
El totalitarismo hace del hombre la pieza de una máquina.
El tradicionalismo ve a los hombres concretos de carne y hueso.
El liberalismo ignora la realidad social viva, encuadrando la sociedad en un agregado de individuos.
El totalitarismo ignora también la realidad social, a la que recorta a masa esclavizada de un Estado omnipotente.
El tradicionalismo recoge la realidad social tan como es. Sin desmoronarla en individuos, ni permitir sea absorbida
por el Estado. Por eso es el tradicionalismo la concepción política realista por excelencia.
El liberalismo disuelve el natural entramado social.
El totalitarismo lo sustituye por apéndice y fleco y colgajo del aparato estatal.
El tradicionalismo afirma la sociedad en la realidad efectiva que es.
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