viernes, 30 de octubre de 2009

El feudalismo



Época de lucha, de fe y de grandes acciones; el Feudalismo es una exageración de la libertad, y bien convenía que ésta se revistiera de todo su aparato, que comunicara al individuo toda su fuerza y actividad para hacer frente a los peligros que la amenazaban. Cuando se introdujo en España, como en toda la Cristiandad, a la monarquía visigoda sucedieron diversos estados federales que, sometidos a varios jefes supremos, le prestaban obediencia dentro de ciertos límites. Esto y no mas que esto fue el feudalismo, la federación, el poder distribuido entre muchos, que por cierto no convenía en aquellas circunstancias que estuviese en manos de uno solo.

Si se nos dice que él fue causa de la servidumbre de los pueblos, de las horribles vejaciones que sobre ellos cayeron, sin desconocer ninguno de aquellos excesos, nosotros contestaremos que no fue el feudalismo la causa primera de ello; que el mundo, después del cataclismo experimentado (la caída de Roma y el fin de la monarquía gótica e invasión sarracena en España), había de sufrir oscilaciones que solo sucesivamente podían debilitarse hasta volver a su asiento; que la masa del pueblo no podía esperar otro estado, y que el feudalismo, al dividir el poder, fue para él el camino mas corto para llegar a su emancipación definitiva y alcanzar la legítima influencia que le es debida en la suerte de las naciones.
No fue la Edad Espléndida quien cometió los abusos, sino los propios hombres; de ninguna manera se puede atribuir a la institución feudal 'per se'.

Véanse en nuestra patria los reinos en que esa institución echó mas hondas raices; en Cataluña y Aragón mas que en Castilla, el feudalismo mostró gran poder durante la Edad Espléndida, y sin embargo, Cataluña y Aragón llegaron a ser famosas la una por sus instituciones democráticas, el otro por sus grandes libertades. Interesante es considerar la Edad Espléndia desde el S. XI al XV: en aquel tiempo el manto de tinieblas que parecía envolver europa como para prepararla mejor a sus futuros destinos, se desgarra en mil pedazos. Hay aun la ignorancia, pero es una ignorancia que se conoce a sí misma, que se afana en pos del saber; hay falta de armonía en las relaciones e instituciones sociales, pero esa falta es sentida y conocida por doquier; las Cruzadas unen a todas las naciones con lazos que antes no conocían; una juventud sedienta de saber acude desde los países mas remotos a escuchar las lecciones de famosos maestros; el italiano, el alemán, el inglés, el español y el francés se hallan mezclados y confundidos alrededor de las cátedras de Abelardo, de Pedro Lombardo, de Alberto Magno, del gran doctor de Aquino; la industria crece, el comercio se difunde, las guerras empiezan a tener un carácter mas popular y por consiguiente mas trascendental y mas vasto; los pueblos empiezan a entrar con los reyes y los señores en la escena de la humanidad, y en todas partes se ve bien marcado el carácter general que Balmes atribuye a aquella edad, con la siguiente fórmula: "la barbarie templada por la Religión, la Religión afeada por la barbarie".

"Terrible energía de ánimo, gran fondo de actividad, simultáneo desarrollo de las pasiones mas fuertes, espíritu emprendedor, vivo anhelo de independencia, extraordinario gusto de proselitismo, la ignorancia combinada con la sed del saber y hasta con el entusiasmo y el fanatismo por cuanto lleva el nombre de ciencia; alto aprecio de los títulos de nobleza y de sangre, junto con el espíritu democrático y con profundo respeto al mérito donde quiera que se halle; un candor infantil; una credulidad extremada, y al propio tiempo la indocilidad mas terca, el espíritu de mas tenaz resistencia y una obstinación espantosa (...)" - Balmes.

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