Luzco del mundo en la gentil pavana, sobre el recio tahalí de mi tizona, una cruz escarlata, que pregona mi abolengo de estirpe castellana.
Llevo a los hombros ferreruelo grana guío el mostacho a la usanza borgoñona y mi blanca gorguera se almidona bajo mi crespa cabellera grana.
Tengo cien lanzas combatiendo en Flandes, mil siervos en las faldas de los Andes, calderas y pendón, horca y chuchillo,
un condado en la tierra montañesa, un fraile, confesor de la condesa, cien lebreles, diez pajes y un castillo.
Castillo de amor.
Hame tan bien defendido, señora, vuestra memoria, de mudanza, que jamás nunca ha podido alcanzar de mí victoria, olvidanza: porque estáis apoderada vos de toda mi firmeza en tal son, que no puede ser tomada a fuerza mi fortaleza ni a traición.
La fortaleza nombrada está en los altos alcores de una cuesta, sobre una peña tajada, maciza toda de amores, muy bien puesta; y tiene dos baluartes hacia el cabo que ha sentido el olvidar, y cerca a las otras partes, un río mucho crecido, que es membrar.
El muro tiene de amor, las almenas de lealtad, la barrera cual nunca tuvo amador, ni menos la voluntad de tal manera; la puertas de un tal deseo, que aunque esté del todo entrada y encendida, si presupongo que os veo, luego la tengo cobrada y socorrida.
Las cavas están cavadas en medio de un corazón muy leal, y después todas chapadas de servicios y afición muy desigual; de una fe firme la puente levadiza, con cadena de razón, razón que nunca consiente pasear hermosura ajena ni afición.
Las ventanas son muy bellas, y son de la condición que dirá aquí: que no pueda mirar de ellas sin ver a vos en visión delante mí; mas no visión que me espante, pero póneme tal miedo, que no oso deciros nada delante, pensando ser tal denuedo peligroso.
Mi pensamiento, que está en una torre muy alta, que es verdad, sed cierta que no hará, señora, ninguna falta ni fealdad; que ninguna hermosura no puede tener en nada ni buen gesto, pensando en vuestra figura que siempre tiene pensada para esto.
Otra torre, que es ventura, está del todo caída a todas partes, porque vuestra hermosura la ha muy recio combatida con mil artes; con jamás no querer bien, antes matar y herir y desamar un tal servidor, a quien siempre debiera gustar y defensar.
Tiene muchas provisiones, que son cuidados y males y dolores, angustias, fuertes pasiones, y penas muy desiguales y temores, que no pueden fallecer aunque estuviese cercado dos mil años, ni menos entrar placer a do hay tanto cuidado y tantos daños.
En la torre de homenaje está puesto toda hora un estandarte, que muestra por vasallaje el nombre de su señora a cada parte; que comienza como más el nombre y como valer el apellido, a la cual nunca jamás, yo podré desconocer, aunque perdido.
A tal postura vos salgo con muy firme juramento y fuerte jura, como vasallo hidalgo que por pesar ni tormento ni tristura, a otro no lo entregar aunque la muerte esperase por vevir, ni aunque lo venga a cercar el Dios de Amor, y llegase a lo pedir.
1. Soy cristiano católico apostólico romano, creo en Dios Uno y Trino, en la Santísima Virgen María y en todos los Santos, en la Santa Iglesia Católica y en su cabeza, el Papa.
2. Rechazo el ecumenismo y todas las reformas introducidas por el modernista Concilio Vaticano II.
3. Soy español por sangre y por nacimiento. Mi patria es mi nación, mi nación España.
4. Soy tradicionalista y foralista: Creo en cada una de las regiones que conforman España (antiguos reinos, condados y señoríos) y en sus fueros o leyes viejas, que no son algo arcaico, caduco y estático, sino presente, perenne y dinámico. Es pues el Foralismo, el genuino y auténtico sistema de organización territorial y administrativa de la patria, pues solo él respeta las unidades sociales básicas naturales del ser humano: familia, municipio y comarca (en última instancia, región), y solo él articula la patria, desde abajo hacia arriba.
5. Rechazo el federalismo y el centralismo, hijos de la Revolución y del Liberalismo. Mientras el federalismo subordina las leyes regionales a una ley superior estatal, el foralismo subordina esa ley estatal posterior a las leyes regionales anteriores, y no puede ser contraria a las mismas.
6. Soy monárquico legitimista, esto es, no me siento representado por la rama usurpadora que desde 1833 ensucia y “okupa” el sacro trono de España. Sin entrar en legitimidades de origen y de ejercicio, la monarquía española, antaño cristiana y temerosa de Dios, condicionada por Él desde lo Alto y por sus súbditos desde abajo, orgullosa descendiente de Isabel y de Fernando, perdió ya hace tiempo su naturaleza (que si bien se produjo en 1833, el declive comenzó poco mas de un siglo antes).
7. Rechazo así pues, al usurpador liberal y proabortista (pues firma las leyes genocidas para el exterminio de los no-nacidos) llamado Juan Carlos.
8. Reconozco y soy leal a la rama legítima, defensora de la España tradicional, que es la auténtica y verdadera, hoy proscrita, representada en las figuras de los reyes: Carlos V, Carlos VI, Carlos VII, Jaime III, Alfonso Carlos I, Javier I y por último, SAR Don Sixto Enrique de Borbón, Regente y Abanderado de la Tradición.
9. Creo en la Hispanidad o en la Confederación de España y Portugal con sus países hermanos de Hispanoamérica, del África y de las Indias Orientales. Es nuestro destino universal.
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