sábado, 7 de noviembre de 2009

Dominus vobiscum.



El Zoco-el-Arbáa ha sido testigo de muchas acciones legionarias, heroicas, ingeniosas... Pero lo más gracioso que se pudo ver en este zoco fue la singular manera de ayudar a misa por un legionario. Era día de fiesta, y las Compañías, al toque de escuadra, pasaban en los dormitorios la revista que precedía a toda formación. De pronto apareció un Cabo que preguntó: ¿hay alguien que sepa ayudar a misa?. Como un meteoro cruzó el Cabo el frente a la Compañía sin que ninguno de los oyentes se decidiera a realizar una misión tan sencilla. Indudablemente debió ocurrir lo mismo en las restantes Compañías de la Bandera pues al poco rato volvió el mismo Cabo reiterando desesperadamente la petición de voluntarios para ayudar a misa. Un legionario, Antonio Galván, de la 9ª Cía, animado por sus compañeros dio un paso al frente. De su nuevo cometido no tenía más noticias que las obtenidas de los legionarios que estaban más cerca: Haz cuanto veas hacer al sacerdote.

Sonó el toque de llamada y sobre la misma carretera formó la Bandera con esa exactitud, brillantez y prestancia que sólo pueden encontrarse en la Legión. En el altar, al lado del Capellán, surgió la picaresca figura de Galván, más firmes que un palo. Y así iban las cosas hasta que el oficiante bendijo por primera vez al público y dijo Dominus vobiscum, momento en que Galván se adelantó hacia las tropas –cansado sin duda del modesto papel desempeñado hasta entonces - y con el brazo en acción de bendecir a los fieles, exclamó, muy serio y con voz estentórea y potente: Dominus vobiscum. Ni la rígida disciplina legionaria, ni la seriedad del acto, fueron suficientes para contener la más homérica carcajada que resonó jamás en Zoco-el-Arbáa. Nadie pudo reprimirla, ni los mismos Oficiales, siendo al final el propio Jefe quien terminó de ayudar la misa.

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