sábado, 1 de enero de 2011

Indómito.




Estimados y poco probables lectores. No soy muy dado a usar tecnologías durante la Natividad del hijo del Señor. De allí que no haya felicitado las navidades ni el nuevo año a sus mercedes. Ahora vayamos al combate, que es lo único que mueve el alma de los auténticos hombres. Un amigo me ha escrito y dedicado esta poesía, la cual no sé si la ha escrito por si mismo o sencillamente no me ha puesto el autor, y como prefiero morir confiando en mis amigos, que vivir descofiando de ellos no se lo voy a preguntar.

INDÓMITO

Desde la noche que sobre mí se cierne,

negra como su insondable abismo,

agradezco a los dioses, si existen

por mi alma inconquistable.

Caído en las garras de la circunstancia,

nadie me vio llorar ni pestañear.

Bajo los golpes del destino,

mi cabeza ensangrentada sigue erguida.

Más allá de este lugar de lágrimas e ira,

yacen los horrores de la guerra,

la amenaza de la muerte,

me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el camino,

cuán cargada de castigo la sentencia.

Soy el amo de mi destino;

soy el capitán de mi alma.

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