sábado, 23 de enero de 2010

Violencia, guerra y paz.


Estos días se han publicado en algunos medios de comunicación, el texto de unos correos electrónicos que al parecer, un representante del Ministerio de Defensa dirigía a un responsable del Museo del Ejército próximo a inaugurarse en Toledo.

De la lectura de ellos se desprende que la ley de “memoria histórica” plantea no pocos problemas para el montaje de la sala correspondiente al siglo XX y por ello, surgen desavenencias que no voy a comentar, ya lo han hecho suficientemente en los medios algunos historiadores como Luis Suárez, Cesar Vidal y otros, que dejan claro que la historia ni se puede, ni se debe ocultar. Sin embargo, hay una exigencia por parte del funcionario de defensa, que se basa en una equivoca interpretación de la realidad que puede llevar a equivoco a no pocas personas de buena voluntad.

Eso que llamo “equivoca interpretación”, en mi opinión, es consecuencia de una mentalidad prefabricada que tiene su origen en un plan perfectamente concebido hace ya muchos años, que germinó en las generaciones de la posguerra europea y que rebrota con floración multicolor desde entonces en determinados grupos de las siguientes. No es un problema solo nuestro, pero dada nuestra especial idiosincrasia y la situación que vivimos de graves problemas de identidad nacional y políticos en todos los ámbitos, entraña un notable riesgo sin duda.

Para entender el procedimiento empleado en tan eficaz tarea de construcción mental, no tengo mas remedio que volver atrás en el tiempo para establecer su principio, pues a pesar de la caída del muro soviético en Alemania a finales de los ochenta, aquellas semillas utópicas implantadas en la mentalidad occidental durante tantos años, rebrotan hoy con floraciones de distintos colores pero tan venenosas como se pretendía.

El objetivo último y fundamental del procedimiento no era otro que subvertir el sistema de valores occidental como elemento previo e imprescindible para el éxito estratégico de imponer el ideal comunista.

Para conseguirlo, se estableció a modo de objetivos intermedios el ganar para la causa marxista a los sectores más dinámicos en el mundo de las ideas. Con ello, se pretendía que en pocas generaciones, cambiara radicalmente el arquetipo dominante en occidente.

Los Teatros de Operaciones donde obtener esos objetivos intermedios fueron naturalmente, el mundo de la cultura, de los intelectuales, la universidad y la religión.

Los padres de este “procedimiento sedicioso” fueron el italiano Gramsci y el polaco Lukacs. Naturalmente, como casi siempre ocurre, ellos fueron los teóricos, los Comandantes en Jefe de la Gran Unidad que se empeño en el Teatro de Operaciones para conseguir los objetivos fueron otros y entre ellos el primero Willy Münzemberg y su Gran Unidad para el combate, el KOMMINTER o Internacional Comunista.

No insistiré mas en este inicio, es fácil documentarse al respecto, bien recurriendo a bibliotecas o simplemente en INTERNET, solo añadiré que tuvieron ciertos éxitos parciales allá por los años cincuenta en las Universidades Norteamericanas; desde luego en Europa, donde el Mayo del 68 francés fue la eclosión de ese maremágnum ideológico y por supuesto en Sur America donde aun perdura en exceso el pecado de la demagogia, pero a modo de corolario a este inicio, quiero reflejar las palabras que Dimitri Malinovski, secretario del KOMINTERN, pronuncio en un discurso en el año 1949, en la Escuela de Guerra política de Moscú que terminó diciendo: “Hoy no somos bastante fuertes para atacar. Nuestra hora llegara dentro de veinte o treinta años. Los estados capitalistas serán felices colaborando a su propia destrucción... Lanzaremos el más espectacular movimiento por la paz que se haya conocido en la historia del mundo. Aprovecharemos todas las ocasiones para hacernos amigos. Y cuando hayan bajado la guardia, los aplastaremos con nuestro puño cerrado”.

Por suerte para nosotros, la intención de Malinoski no se ha cumplido del todo, pero de lo que no me cabe duda a estas alturas de la vida, es que tras largos años de infiltración ideológica, algunas mentes occidentales sufren de esa colonización intelectual descrita y ante ellos son fáciles presas las personas de buena voluntad.

Las palabras de este funcionario: (…) España como miembro solidario de naciones Unidas, esta firmemente comprometida con los valores de la paz y la seguridad internacional…” y dudo que recibir a los visitantes, especialmente niños, en edad escolar, en el Museo del Ejercito, con un texto mural que comience. “ En la historia del hombre el enfrentamiento entre grupos humanos es una constante ” responda a ese espíritu y no responda a un escepticismo secular que debería ser desterrado. Y no vale manifestar a las nuevas generaciones que, “ como la guerra es una constante ”, pues a seguir como siempre, si el mundo ha sobrevivido tantos milenios haciéndolo, podrá seguir subsistiendo haciéndolo ahora, porque eso ya no es cierto. (…)

Efectivamente, palabras que harían llorar de emoción a un inocente buenista, pero embadurnadas de demagogia hasta la medula, porque confunden conceptos que falsean la realidad de la naturaleza humana y hacen correr el riesgo, a si mismos y a terceros, de no obtener enseñanza de la advertencia del gran filosofo español de primeros del siglo pasado, Ortega: “Cada realidad ignorada, prepara su propia venganza” Pero además, ayer mismo, el presidente Obama en su discurso de aceptación del Nobel de la paz, dijo algo que este funcionario no tiene mas remedio que aceptar: “Ni el comandante en jefe de una nación puede vivir bajo la política de no violencia de un Gandhi, ni las negociaciones y el diálogo pueden conseguir que Al Qaeda deje las armas ”.

Aunque la guerra entraña violencia, no es precisamente la guerra la que la produce. No es la guerra en nuestro concepto occidental de base cristiana (aunque muchos hagan abstracción de ello) la que provoca la violencia. La violencia esta implícita en la fata de justicia y de dignidad, en la opresión, en el sometimiento de un pueblo por la fuerza, porque, aunque situaciones como estas se mantengan por un tiempo dentro de un cierto equilibrio, siempre terminan violentando la paz.

La paz no es posible sin justicia, sin libertad, sin dignidad y sin seguridad, y los ejércitos son tan solo corresponsables de la seguridad. Hoy, además, operan solidariamente con otros para establecerla u obtenerla en función de criterios políticos que se establecen mediante alianzas.

A nuestros jóvenes no hay que ocultarles lo que es una realidad que encontraran sin duda cuando salgan a la vida, hay que inculcarles las convicciones morales necesarias para que laboren por la paz, y los ejércitos, no son antagonistas de ella. Nosotros tenemos un bagaje de principios básicos basados en la moral natural enriquecida por una tradición intelectual y humanista inspiradas en la confianza en la razón, el sentido del derecho romano y el humanismo cristiano, justo los tres pilares que se pretendían destruir con esa arquitectura social prevista por los marxistas y que hoy padecen aluminosis en no pocos sectores de Occidente que pretenden igualar lo excepcional a lo natural, se hace prevalecer el derecho positivo sobre cualquier otro y se demoniza lo cristiano.

En definitiva, la violencia va unida a la naturaleza humana cuando esta no se somete al derecho, la moral y la ética y que no se equivoque nadie, la verdadera formación de un adolescente se conseguirá inculcándole la disciplina de someterse a esos valores y no falseándole la realidad como si de un mundo de Yupi se tratase.

Por Enrique Alonso Marcil, Coronel de Infantería.

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